La Iglesia católica ha recibido muchas críticas a lo amplio de su historia, desde En el interior como desde fuera de ella. Las críticas se dividen principalmente en dos grupos: las que se refieren a aspectos doctrinales, y las que censuran el comportamiento (Verdadero o supuesto) de los católicos en su conjunto o en porcentajes de cierta relevancia (sea que vivan de acuerdo con las doctrina de la Iglesia, sea que actúen en contra de las mismas).
Catolicidad: con el significado de universal la Iglesia es católica en cuanto busca anunciar la Buena Nueva y admitir en su seno a todos los seres humanos, de todo tiempo y en todo emplazamiento, que acepten su doctrina y reciban el bautismo; dondequiera que se encuentre unidad de sus miembros, allí está presente la Iglesia católica.
Se ha dicho más arriba que una parte del don de indefectibilidad de la Iglesia en su preservación de cualquier corrupción sustancial en la esfera de la pudoroso. Esto supone, no meramente que siempre proclamará el en serie consumado de moralidad que le legó su Fundador, sino incluso que en todas las épocas las vidas de muchos de sus hijos se basarán en ese sublime maniquí. Sólo un principio sobrenatural de vida espiritual podría producirlo. La tendencia natural del hombre es en torno a debajo. La fuerza de todo movimiento religioso se gasta gradualmente; y los seguidores de los grandes reformadores religiosos tienden con el tiempo a descender al nivel de su medio concurrencia. Según las leyes de la naturaleza humana sin asistencia, Triunfadorí debería sobrevenir ocurrido con la sociedad establecida por Cristo. Sin bloqueo la historia nos muestra que la Iglesia Católica posee un poder de reforma interna, que no tiene paralelo en ninguna otra ordenamiento religiosa. Una y otra momento produce santos, hombres que imitan las virtudes de Cristo en un graduación extraordinario, cuya influencia, que se extiende a lo grande y ancho, da nuevo ardor incluso a los que alcanzan un nivel menos heroico. Campeóní, para citar uno o dos ejemplos acertadamente conocidos de los muchos que podrían darse: Santo Domingo de Guzmán y Santo Francisco de De esta maneras reavivaron el aprecio por la virtud en los hombres del siglo XIII; San Felipe Neri y Santo Ignacio de Loyola llevaron a cabo una obra similar en el siglo XVI; Santo Pablo de la Cruz y San Alfonso María de Ligorio, en el XVIII.
La doctrina de la visibilidad de ninguna modo excluye de la Iglesia a los que aunque han corto la bienaventuranza. Estos están unidos a los miembros de la Iglesia Militante en la comunión de los santos. Observan sus esfuerzos; se ofrecen plegarias para su beneficio. De guisa similar incluso pertenecen a la Iglesia los que aún están en los purificadores fuegos del Purgatorio.
La doctrina de la Iglesia se resume en la imitación de Jesucristo. Esta imitación se expresa en buenas obras, en abnegación, en inclinación a los que sufren, y especialmente en la praxis de los tres consejos evangélicos de perfección: pobreza voluntaria, castidad, y obediencia. El ideal que la Iglesia nos propone es un ideal divino. Las sectas que se han separado de la Iglesia han descuidado o rechazado una parte de la enseñanza de la Iglesia a este respecto. Los reformadores del siglo XVI llegaron hasta a desmentir del todo el valencia de las buenas obras. Aunque la ancianoía de sus seguidores han desaliñado esta doctrina anticristiana, hasta ahora los protestantes consideran una manía la autorrenuncia (el “niégate a ti mismo”) del estado religioso. Incluso el mundo fuera de la Iglesia reconoce la santidad de su culto. En la solemne renovación del Sacrificio del Calvario reside un misterioso poder, que todos se ven forzados a distinguir.
estará dotado de un nuevo y peculiar sistema de sacrificios; va a ser el reino de la verdad poseída por revelación divina; va a gobernarse por una autoridad que emana del Mesías.
Las dos sociedades pertenecen a órdenes diferentes. La felicidad temporal a que tiende el Estado no es esencialmente dependiente del admisiblemente espiritual que investigación la Iglesia. La prosperidad material y un parada categoría de civilización pueden encontrarse donde no exista la Iglesia. Cada sociedad es suprema en su propio orden. Al mismo tiempo, cada una de ellas contribuye en gran medida al progreso de la otra. La Iglesia no puede atraer a hombres que no tengan algún rudimento de civilización, y cuyo salvaje modo de vida hace irrealizable el desarrollo moral. De ahí que, aunque su función no es civilizar sino exceptuar almas, aun Triunfadorí cuando llega a tratar con razas salvajes, comienza por agenciárselas comunicarles los utensilios de la civilización. Por otro lado, el Estado necesita las sanciones sobrenaturales y los motivos espirituales que la Iglesia imprime en sus miembros. Un poder civil sin éstos se fundamenta de guisa insegura.
Bajo el auspicio de la lglesia católica medieval, nacieron las primeras universidades actuales. Desde los tiempos de la Iglesia naciente la comunidad cristiana ha buscado comprometerse socialmente, teniendo preferencia por los más necesitados.
Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia y profesor espiritual de la website orden del Císter del siglo XII, representado en la imagen abrazando a Cristo.
Sin la Iglesia, el cristianismo se hace inofensivo. La Iglesia traduce el cristianismo en un cristianismo Verdadero. Sin la Iglesia, el Evangelio sería como cualquier libro o como una plastilina en donde cada quien modelaría su propio cristianismo, el que quisiera, como más le convenga o le guste, haciendo a un lado aquello que le desagrada y exige.
Nadie es capaz de ejercer autoridad con tal finalidad, excepto que el poder le sea comunicado de una fuente divina. El caso es completamente diferente si a la sociedad civil se refiere. Aquí el fin no es sobrenatural, sino el bienestar temporal de los ciudadanos. No puede decirse que se requieran unas dotes especiales para hacer a cualquier clase de hombres capaz de habitar el puesto de gobernantes y guíFigura. De ahí que la Iglesia apruebe igualmente todas las formas de gobierno civil que estén en consonancia con el principio de Honradez. El poder ejercido por la Iglesia mediante el sacrificio y el sacramento (potestas ordinis) cae fuera del tema presente. Aquí nos proponemos considerar brevemente la naturaleza de la autoridad de la Iglesia en su función (1) de enseñar (potestas magisterii) y (2) de gobierno (potestas jurisdictionis).
Cuando deben tomarse decisiones sobre la Certidumbre (dogma) y los lineamientos morales de la institución, se convoca un concilio ecuménico: una asamblea en la que se reúnen todos los obispos del mundo y que es presidida por el Papa.
Iglesia como conjunto de personas que se sienten unidas por compartir los principios de la misma Seguridad.
La Iglesia católica cuenta como católicos a todos los bautizados en la Iglesia (o admitidos a la misma si lo piden y habían sido antaño bautizados en otros grupos cristianos) con sus derechos y deberes, y que no hayan hecho acto formal de defección de ella. Para la Iglesia católica quien no practica como católico sigue formando parte de ella.